Su sobria portada blanca era un buen indicio. También lo era el nombre del profesor Jorge Aurelio Díaz -reconocido hegeliano- como su traductor. Ya cuando vi que esta edición de las Meditaciones cartesianas incluía los dos textos originales publicados por Descartes, las versiones latina y francesa con sus respectivas traducciones, no lo pensé dos veces y la compré. Con algo más de calma y teniendo otras traducciones a la mano, puedo decir que la decisión fue más que acertada. Las Meditaciones metafísicas (que Descartes publicó en latín en 1641 y que fueron luego, en 1647, publicadas en francés con su autorización) son ya un clásico de la filosofía (sobre todo las tres primeras), incluso a nivel popular. Por eso mismo existe una infinidad de traducciones, pero, como es bien sabido, la cantidad no suele ser equivalente a la calidad. De todas ellas, las que los académicos han considerado traducciones "estándar" son las siguientes:
En consecuencia, la mejor opción era tomar la traducción de Olaso-Zwanck para las Meditaciones mismas y la de Vidal Peña para las objeciones y respuestas; pero ahora tenemos la traducción completa de Jorge Aurelio Díaz, a la cual nos referiremos en seguida, que recoge la versión latina que Bernard Williams y Margaret Wilson, entre otros, apreciaron más que la francesa por su concisión y claridad.
Como se ha dicho, la traducción de Vidal Peña está llena de hispanismos que dificultan la lectura de un público -como el latinoamericano- ajeno a los mismos. Díaz evita deliberadamente caer en ese error. Pero más allá de eso, que no sería de por sí motivo suficiente, el texto latino tiene una formulación más directa, más "científica", por decirlo así, mientras que la versión francesa sería un poco menos densa y más "literaria". De allí que Díaz -según lo que él mismo expresa- decidiera hacer las traducciones por separado y publicarlas ambas juntas. Ya ahí el lector, especialista o interesado, tiene una ganancia enorme: los dos textos originales, con la paginación Adam-Tannery (AT) en el margen, y una traducción de cada uno, lo más fieles posible, pero, como dice el traductor, sin sacrificar la corrección del español. Es un acierto trasladar esa diferencia de estilo a las respectivas traducciones. No hubiese sido lo mismo presentar una sola traducción para las dos versiones porque, en ese caso, por economizar, se perdería la rigurosidad que todo traductor debe exigirse siempre. Por eso fue un descuido de Vidal Peña (más aún cuando ya lo habían hecho Olaso-Zwanck) no colocar el paginado de AT, siendo que, académicamente, se ha consensuado unificar las referencias a las obras de los filósofos citando no con el paginado de la traducción que se tenga, sino con el de la edición canónica del idioma original. En el caso de Descartes es precisamente la edición que prepararon Charles Adam y Paul Tannery.
En cuanto a las objeciones y respuestas, Díaz ha optado por colocar sólo el texto de la traducción. Ello es perfectamente atendible, sobre todo cuando sigue colocando al margen la numeración AT que permite remitirse con facilidad al original. Del mismo modo, el traductor ha decidido no aumentar la ya abultada edición en español con las llamadas "séptimas objeciones". Nos promete, más bien, una publicación por aparte dedicada exclusivamente a ellas (con los comentarios de Descartes intercalados), junto a la carta de Descartes al jesuita Dinet, la Carta a Voet, la Carta apologética al Magistrado de Utrecht y las Notae in programma quoddam. Con esa publicación, el lector hispanohablante contaría con las fuentes mejor editadas y más completas para la comprensión de las Meditaciones. Algunos errores tipográficos y de concordancia en las referencias del editor pueden ser advertidas, pero son mínimas y seguramente serán corregidas sin dificultad para la siguiente edición, que, dada la popularidad del texto, con toda seguridad habrá de ver la luz.
Debo confesar que ha sido un enorme placer volver a leer todas las Meditaciones, no una sino dos veces (una por cada traducción, cotejándolas de cuando en cuando con los textos originales). Hay que agradecerle al profesor Díaz por este placer. E igualmente he podido comprobar, sin que quede el menor resquicio de duda, que ellas no se pueden comprender cabalmente -como decía el mismo Descartes- sin leer las objeciones y respuestas. La moda "postmoderna" -que personalmente espero que se extinga pronto- ha impuesto un sambenito al "padre de la filosofía moderna". Es difícil sacarlo ante el gran público de los clichés con que fácil y torpemente se le pretende identificar (acaso el de dualista sea el más manido). Una cuidadosa y finalmente lograda edición de esta obra fundamental es el mejor antídoto, quizá no para la opinión vulgar, pero sí para el sujeto que elige -como Descartes- el rigor del concepto y la desconfianza ante toda otra autoridad como enseñas que sigan haciendo de la filosofía algo más que una teoría literaria.
1. La de Manuel García Morente, publicada por Tecnos (2002) y antes por Espasa-Calpe (1937). La edición de Espasa-Calpe fue reimpresa más de cuarenta veces. La de Tecnos, con acierto didáctico, incluye notas aclaratorias, un estudio preliminar con una biografía del filósofo, breves estudios que facilitan la comprensión de la obra en su contexto, una bibliografía sugerida, textos de otros filósofos sobre la filosofía de Descartes y un glosario de los términos más importantes de su pensamiento. Esta traducción estuvo basada únicamente en la versión francesa del Duque de Luynes, editada por Adam y Tannery dentro de sus Oeuvres de Descartes.
2. La de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck, publicada por Sudamericana (1967) dentro del volumen Obras escogidas. Los traductores afirmaban tener la versión latina a la vista, pero realizaron su traducción a partir del mismo texto francés. Es discutible si esta versión supera la de Morente, que era muy fiel a la letra, pero tiene como principal ventaja la paginación de Adam y Tannery al margen, con la cual podía ser contrastada.
3. La de Vidal Peña, publicada por Alfaguara en 1977 y que incluyó por primera vez las objeciones que en su momento se le hicieron y las respuestas del propio Descartes. Esta traducción es algo confusa, en primer lugar por sus hispanismos, pero también por la cuestionable decisión que tomó Vidal Peña: complementar una versión -la francesa- con la otra -la latina- para que, en los pasajes que fuesen diferentes, decidir por la opción que creyese que mantenía y expresaba mejor la intención del autor. Como se sabe, hay algunas variaciones importantes -añadidos y omisiones- entre ambas versiones. La razón por la que no se ha optado sin más por la original latina es que el mismo Descartes revisó y autorizó la traducción francesa del Duque de Luynes. Adam-Tannery decidieron entonces tomar ambas versiones como originales y por ese motivo las editaron por separado en los tomos VII y IX de las Oeuvres de Descartes. En ese sentido, la decisión de juntarlas al arbitrio del traductor generaba más dudas de las que aclaraba.
En consecuencia, la mejor opción era tomar la traducción de Olaso-Zwanck para las Meditaciones mismas y la de Vidal Peña para las objeciones y respuestas; pero ahora tenemos la traducción completa de Jorge Aurelio Díaz, a la cual nos referiremos en seguida, que recoge la versión latina que Bernard Williams y Margaret Wilson, entre otros, apreciaron más que la francesa por su concisión y claridad.
Como se ha dicho, la traducción de Vidal Peña está llena de hispanismos que dificultan la lectura de un público -como el latinoamericano- ajeno a los mismos. Díaz evita deliberadamente caer en ese error. Pero más allá de eso, que no sería de por sí motivo suficiente, el texto latino tiene una formulación más directa, más "científica", por decirlo así, mientras que la versión francesa sería un poco menos densa y más "literaria". De allí que Díaz -según lo que él mismo expresa- decidiera hacer las traducciones por separado y publicarlas ambas juntas. Ya ahí el lector, especialista o interesado, tiene una ganancia enorme: los dos textos originales, con la paginación Adam-Tannery (AT) en el margen, y una traducción de cada uno, lo más fieles posible, pero, como dice el traductor, sin sacrificar la corrección del español. Es un acierto trasladar esa diferencia de estilo a las respectivas traducciones. No hubiese sido lo mismo presentar una sola traducción para las dos versiones porque, en ese caso, por economizar, se perdería la rigurosidad que todo traductor debe exigirse siempre. Por eso fue un descuido de Vidal Peña (más aún cuando ya lo habían hecho Olaso-Zwanck) no colocar el paginado de AT, siendo que, académicamente, se ha consensuado unificar las referencias a las obras de los filósofos citando no con el paginado de la traducción que se tenga, sino con el de la edición canónica del idioma original. En el caso de Descartes es precisamente la edición que prepararon Charles Adam y Paul Tannery.
En cuanto a las objeciones y respuestas, Díaz ha optado por colocar sólo el texto de la traducción. Ello es perfectamente atendible, sobre todo cuando sigue colocando al margen la numeración AT que permite remitirse con facilidad al original. Del mismo modo, el traductor ha decidido no aumentar la ya abultada edición en español con las llamadas "séptimas objeciones". Nos promete, más bien, una publicación por aparte dedicada exclusivamente a ellas (con los comentarios de Descartes intercalados), junto a la carta de Descartes al jesuita Dinet, la Carta a Voet, la Carta apologética al Magistrado de Utrecht y las Notae in programma quoddam. Con esa publicación, el lector hispanohablante contaría con las fuentes mejor editadas y más completas para la comprensión de las Meditaciones. Algunos errores tipográficos y de concordancia en las referencias del editor pueden ser advertidas, pero son mínimas y seguramente serán corregidas sin dificultad para la siguiente edición, que, dada la popularidad del texto, con toda seguridad habrá de ver la luz.
Debo confesar que ha sido un enorme placer volver a leer todas las Meditaciones, no una sino dos veces (una por cada traducción, cotejándolas de cuando en cuando con los textos originales). Hay que agradecerle al profesor Díaz por este placer. E igualmente he podido comprobar, sin que quede el menor resquicio de duda, que ellas no se pueden comprender cabalmente -como decía el mismo Descartes- sin leer las objeciones y respuestas. La moda "postmoderna" -que personalmente espero que se extinga pronto- ha impuesto un sambenito al "padre de la filosofía moderna". Es difícil sacarlo ante el gran público de los clichés con que fácil y torpemente se le pretende identificar (acaso el de dualista sea el más manido). Una cuidadosa y finalmente lograda edición de esta obra fundamental es el mejor antídoto, quizá no para la opinión vulgar, pero sí para el sujeto que elige -como Descartes- el rigor del concepto y la desconfianza ante toda otra autoridad como enseñas que sigan haciendo de la filosofía algo más que una teoría literaria.
Autor: RENÉ DESCARTES
Formato: 15,5 x 23 cms.
Páginas: 630Editorial: Universidad Nacional de Colombia
Ciudad: Bogotá
Año: 2010
Traducción: Jorge Aurelio Díaz
ISBN: 978-958-719-139-4
Reseña editorial:
Este texto fue presentado por el autor a diversas personas doctas, antes de ser publicado, de modo que recibió una serie de objeciones a las que el autor buscó responder en forma pormenorizada. Él mismo nos dice, y con razón: me presentaron tantas y tan variadas objeciones, que me atrevo a confiar en que no será fácil que a alguien se le ocurran otras, al menos de cierta importancia, que ellos no hubieran ya presentado. Por lo tanto, les ruego una y otra vez a los lectores que no juzguen de las meditaciones antes de que se hayan dignado a leer todas esas objeciones y sus respuestas (AT VII, 10).
Por otra parte, aunque el texto original fue escrito en latín, la lengua de los académicos en el siglo XVII, muy pronto fue traducido al francés, no para ser leído por todo el mundo, ya que el autor consideraba que su escrito no debería caer en manos indoctas, sino para liberarlo de las adherencias que pudiera tener del vocabulario de la escolástica. La traducción fue conocida y aprobada por el mismo Descartes, de modo que se tienen así dos textos un tanto diferentes, que pueden ser considerados ambos como originales. De ahí la convivencia de disponer de ambas versiones y su respectiva traducción al castellano.
Por otra parte, aunque el texto original fue escrito en latín, la lengua de los académicos en el siglo XVII, muy pronto fue traducido al francés, no para ser leído por todo el mundo, ya que el autor consideraba que su escrito no debería caer en manos indoctas, sino para liberarlo de las adherencias que pudiera tener del vocabulario de la escolástica. La traducción fue conocida y aprobada por el mismo Descartes, de modo que se tienen así dos textos un tanto diferentes, que pueden ser considerados ambos como originales. De ahí la convivencia de disponer de ambas versiones y su respectiva traducción al castellano.
En la página Web de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia se puede escuchar varios audios de la presentación del libro con observaciones sugerentes respecto a la vigencia del pensamiento cartesiano.
Genial el blog. Sólo quería deciroslo, os enlazamos en el nuestro. Podéis borrar este comentario tras leerlo. Un saludo.
ResponderEliminarAl final, no me ha quedado muy claro, cual es la mejor edición. ¿La de Díaz?
ResponderEliminarMás allá de algunos errores puntuales, sí.
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