Reproduzco a continuación una reseña de Federico Camino sobre el libro La ontología de Ortega y Gasset de Alfonso Cobián y Macchiavello (Lima: Instituto Riva-Agüero, 1960, XII y 82 p.). Esta reseña, así como el libro de Cobián, han despertado en mí un interés por Ortega precisamente a causa de lo que en su libro Cobián critica como una presunta limitación. En todo caso, como lo señala también el profesor Camino, creo que en ese carácter polémico y no fríamente expositivo radica el mayor interés de La ontología de Ortega y Gasset, aún hoy, a pesar de sus cincuenta años de publicado. La presente reseña apareció originalmente en Mercurio Peruano. Revista mensual de ciencias sociales y letras, Nº 402, octubre 1960, pp. 480-482.
El presente trabajo de Alfonso Cobián -prologado por el Dr. Víctor Andrés Belaunde- constituye un certero análisis crítico de la ontología de Ortega. El núcleo cohesionador de la investigación es el estudio de la vida humana, realidad radical y punto de partida de la ontología orteguiana; realidad por ser lo único verdaderamente dado y radical por radicar en él: el yo y la circunstancia; en última instancia, el abarcante, que incluye al sujeto y al mundo.
En la Introducción y como propedéutica indispensable, analiza Cobián las influencias recibidas por Ortega (de Kant, Bergson, Dilthey, Maine de Biran, Heidegger y Husserl) que con el desarrollo de la investigación van adquiriendo perfiles más definidos.
La Primera Parte está dedicada al análisis del sistema vital, la vida en sí, como realidad constituyente, como posibilitante de una nueva concepción del Ser. La Segunda Parte está dedicada a la concepción misma del Ser, a la estructura del mundo objetivo y al problema axiológico en relación a la esfera ontológica.
La necesidad de acuñar categorías hábiles para comprender la vida humana, obliga a un análisis detenido de ella. La vida humana individual (existencia concreta) tiene la certeza de la plena inmediatez e inicia una nueva idea del Ser, una nueva ontología en la cual no caben criterios sustancialistas. El "polo interior" de la vida está dado por el Yo y el "polo trascendente" por la circunstancia (circum-stantia, lo que está alrededor), que es todo lo que soy Yo, que constituye un mundo que no es la suma de las cosas sino el horizonte de totalidad sobre las cosas y distinto de ellas. El atributo principal de la vida humana es su dinamismo; la vida humana es un estar en el mundo, pero en mi mundo, en mi circunstancia y como tal es un proyecto vital en el cual nada le ha sido regalado al hombre, es alteridad radical. Nos dice Ortega: "La vida humana no es una entidad que cambia accidentalmente, sino, al revés, en ella la sustancia es precisamente el cambio, lo cual quiere decir que no puede pensarse eleáticamente como sustancia".
Las circunstancias son posibilidades que permiten realizarse al hombre puro y su realizarse es imperativo de la inseguridad radical que constituye su esencia, es la nihilidad constitutiva la raíz del dinamismo vitalista. La Libertad tiene en el hombre una dimensión de fatalidad, la necesidad de decidirse, la necesidad de actuar, por eso la esencia del hombre es la libertad, sin embargo Cobián descubre un vacío en la explicación de dicha libertad, en la doctrina de Ortega "no se encuentra la razón de ser posibilitante de la libertad", nos dice Cobián. Analiza entre los atributos de la vida la soledad radical del hombre, su capacidad de ensimismamiento, así como la posición de Ortega al enfrentarse al fenómeno vida humana desde sí misma, dentro de una postura inmanentista y la concepción del (481) hombre no como naturaleza sino como historia, expuesta en "La Historia como Sistema".
Certeros, y acompañados de las citas oportunas, son los análisis que dedica Cobián al Yo y sus estratos. La ubicación del Yo en el mundo se realiza por el cuerpo, estrato básico, el cual es "percibido cenestésicamente como puro dinamismo" y tiene la textura del "élan vital" de Bergson. El Yo auténtico es el alma, es el centro de la vida. El problema de la persona, repara Cobián, no ha sido tratado ampliamente por Ortega y este no ha dado solución satisfactoria a esa cuestión básica. La vida como opción no encuentra su justificación en la nihilidad ontológica del hombre, y necesita un asidero que en Ortega no se halla. El hombre no es básicamente libertad sino frente a las cosas, de allí que su esencia sea una esencia referida a la circunstancia y no un sustentáculo constitutivo que posibilite esa libertad.
La circunstancia, como polo trascendente, es estudiada por Cobián en relación al Yo en su realizarse, en su hontanar vital. Las creencias y el criterio de perspectiva "implican la reducción del mundo al horizonte o contorno de cada individuo, a su circunstancia" y no superan el relativismo. Las creencias no tienen "ningún correlato que las apoye". La verdad tampoco tendrá ninguna base sólida, siendo el "árbitro del conocimiento la propia vida" toda verdad tendrá que ser vital, concreta, mudable y temporal como el transcurrir de la vida misma. La verdad sería una suma de puntos de vista, en la cual ninguno de esos ángulos de captación tiene patrimonio de "la verdad".
La posición de Ortega frente al mundo no es ni realista ni idealista sino, como dice García Bacca, es una "ontología subjetiva" mas no subjetivista. El Perspectivismo es la piedra angular de su concepción del mundo y, como observa Ferrater Mora, base de 1a Teoría del Conocimiento. Es el monismo de perspectiva "lo que impide llegar a una Ontología integral" pues reduce el mundo a la circunstancia. El problema del Ser ocupa el interés principal de la Ontología de Ortega y sus análisis son prolegómenos a ese interés metafísico, y buscan como Heidegger, el sentido del ser, la "razón de ser del ser". Considera Ortega que hay que "aceptar dos categorías de los objetos: el ente y el ser. El ente es lo que hay, la resistencia, el ser-ahí con Hartmann. El Ser es un concepto, algo puesto por el hombre, supone un sujeto cognoscente". De allí el carácter relacional del Ser, observa Cobián. Es el carácter puramente fenoménico de las cosas lo que obliga al hombre a atribuirles ser, el ser sería una categoría de la inteligencia. "El ser nace, como la vida, del enfrentamiento de un yo y una circunstancia", por tanto, la vida es la raíz del ser, es quehacer intelectual el descubrir el ser de las cosas y el ser de sí mismo. Apunta Cobián claramente: "El carácter ontológico de la vida es ser ontologizante, proyectora del Ser". Es la fuerza de la inteligencia la que inmersa en lo fenoménico y dinámico de la circunstancia, la que proyecta el ser. Se trata de un correlativismo ser-vida que se convierte en relativismo: "Ya que la esencia no encuentra correlato". Se dan dos acepciones del ser, observa Cobián, gnoseológico, ser corno proyección iluminativa del hombre sobre las resistencias del contorno, y otra metafísica, que consiste en trascender lo circunstancial que es fenoménico e introducir una categoría de tipo intelectual que la llene de sentido, de allí la "vocación metafísica del hombre" y su imposibilidad de una ontología de lo objetivo.
Cierra el libro de Cobián, una breve referencia a la índole de los valores en la cual estos aparecen en contradicción a la estructura del ser, por tener estos cualidad propia. "De haber tomado en serio la objetividad del valor, observa Cobián, (482) habría tenido Ortega que rehacer ab initio las bases de su Ontología". La grieta del "vitalismo" de Ortega radica principalmente en "rehusar someter al hombre a algo que trascienda el nivel de su experiencia". Ha partido Ortega de la vida humana como existencia consciente que existe como conciencia de existir, pero se ha quedado en el fenómeno, pues como para Sartre en "el Ser y la Nada" "el fenómeno es absolutamente indicativo de sí mismo". Habiéndose quedado Ortega frente al problema de la persona como un dinamismo auto-creador de experiencias, ha dejado sin base la última estructura Óntica de la persona, aquella que posibilita íntimamente su hacerse; "la idea de "vocación", dice Cobián, es presentada como una simple tendencia psicológica". Con la sola perspectiva vitalista no se agota la realidad pues no explica el ser de las cosas sino sólo como posibilidad en mi vida. La negación de la esencia es, en última instancia, la debilidad de la Gnoseología de Ortega (monismo de perspectiva) y es a la autarquía (superada por Zubiri en su concepto de religación) atribuida al sujeto en la determinación de la realidad de donde nacen las limitaciones de su Ontología y no de su punto de partida, la vida humana.
El libro de Alfonso Cobián M. constituye así un aporte sustancial a la bibliografía de Ortega y Gasset que, desde el primer estudio serio (Humberto Díaz Casanueva: Das Bild des Menschen bei Ortega y Gasset und seíne Beziehung zur Herziehungs - wissenschaft) en 1938, sólo ha sido incrementada con investigaciones de tipo expositivo y no de ajustada crítica.
Federico Camino Macedo.
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